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Lección 2: Arriesgarse?! La sana osadía

La médica suiza Elizabeth Kubler Ross acompañó a cientos de personas en su partida de este mundo. 

Ella decía que indefectiblemente en su lecho de muerte, las personas  mencionaban dos cosas: 

La primera, era que no se querían ir de este plano peleados con sus seres queridos. 

La segunda, que sólo en ese momento definitivo se daban cuenta de cuanto les habría gustado arriesgarse más en sus vidas, y que lamentablemente, era tarde para poder hacer algo al respecto. 

Me gustaría poder detenernos un minuto en el tipo de riesgo al que creo aludían las personas que enfrentando  el final. 

No estaban hablando, creo yo,  de haberse arriesgado a tirarse de bungee jumping o en paracaídas. 

Creo que se referian a la gran culpa existencial que todos tenemos cuando sentimos que pasamos por esta vida “juagandola” demasiado seguro. Haber vivido demasiado “enrollados” con el afán de protegernos de lo incierto. 

Como tan bien expresó esta sensación el poeta Rilke;

“Quiero desplegarme.

No quiero quedar doblado en ningún lado,

porque allí donde estoy doblado,

allí soy una mentira “.

Tenemos una relación ambigua con lo incierto, porque nos asusta,  pero también nos llama. 

Cuando miro para atrás, generalmente me arrepiento más de lo que no hice por miedo,  que de mis errores. Porque al menos de estos últimos,  he aprendido algo valioso que me ha servido para estar mejor hoy. 

Me cuesta apoyar la cabecita en la almohada cuando siento que durante el día quede “doblado”, “enrollado” por el miedo que me impidió desplegarme y ensanchar un poquito más los confines de mi mundo seguro. 

Arriesgarse no tiene nada que ver con ser temerario o impulsivo. Más bien tiene que ver con ser osado y espontáneo

El temerario huye hacia adelante de su miedo, como quien entra al agua corriendo y “fuera de sí” porque le tiene tanto miedo. Quien así actúa, nunca trasciende el miedo. Sólo aprende cómo sacárselo de encima, eso no es maestría. 

La impulsividad es muchas veces la respuesta intempestiva de una atemorizada  parte nuestra, con la que no podemos estar; eso tampoco es maestría

El maestro no huye, sino que integra, para nunca más tener que huir.

El osado puede estar con su miedo, pero no se asusta. Aprendió a “bailar con él”. El espontáneo decide improvisar serenamente arriesgándose a que la cosa pueda salir épicamente mal. 

Arriesgarse es poder seguir los llamados del corazón que todos tenemos a diario. Estos generalmente nos invitan a abandonar lo seguro, lo conocido y lo cómodo. Es decir, nos invitan a improvisar valientemente, varias veces, todos los días. 

Todos somos llamados a honrar la invitación más tremenda y fascinante que se nos hace a los vivos: A decir, arriesgar nuestra importancia personal para arriesgarnos a desplegar, desplegar, y desplegar eso que somos para no sentirnos más una mentira, y poder así dormir bien por la noche y poder partir en paz de este mundo. 

Yo viví una experiencia una vez donde pude vislumbrar el fin. Sentí esa mezcla de angustia y punzante culpa de no haberme animado a desplegar.

No era una culpa “moral” de no “haber sido más bueno”,  tampoco tenía que ver con haber sido más exitoso. Nada de eso. Era más bien una voz que me interpelaba diciendo:  “¿Pudiste abrirte a todo lo que la vida tenía para vos?” ¿Te arriesgaste a abrirte a todo lo tremendo y fascinante que la vida tenía para ofrecerte? 

La respuesta fue no. Tan intimo y profundo fue ese pesar que ese día me juré que intentaría evitar sentir esa honda culpa frente al final otra vez.

¿Cómo te confina el miedo aventurero? Reaccionar impulsivamente o temerariamente?

Has podido ser espontáneo en el día de hoy enfrentando así algún miedo?

Sientes como los llamados siempre se sienten como esta mezcla de miedo y promesa de dicha?

Hasta la próxima aventurero!

ELAN INSTITUTE

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